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La economía circular no es reciclaje.


A veces cuesta sacar esa idea de la mente de las personas, principalmente de la de aquellos que aportan al tránsito hacia la economía circular desde el reciclaje.


Por ningún motivo quiero desmerecer su aporte, porque reciclar es inmensamente importante, pero antes de hacerlo deberíamos privilegiar muchas otras estrategias de circularidad para reducir el consumo de bienes naturales, al mismo tiempo que minimizar la producción de residuos.


Potting et al. (2017) proponen nueve estrategias (R) divididas en tres grupos que tienen un orden de prioridad, basado en los principios de circularidad (esquema abajo).





La primera estrategia es la fabricación y uso de productos más inteligentes como, por ejemplo, la compartición de productos, en las que un mismo producto sirve a varios usuarios, lo que constituye una estrategia con alta circularidad que involucra estrategias como rechazar (R0), repensar (R1) y reducir (R2).


Posteriormente se presentan las estrategias de extensión de la vida útil de los productos y partes, en la que entran en juego estrategias como reusar (R3), reparar (R4), renovar (R5), refabricar (R6) y reutilizar (R7).


Por último, a un nivel más bajo en la escala de circularidad, están las estrategias de aplicación útil de materiales, como reciclar (R8), que permite recuperar materiales que pueden servir de materia prima para nuevos productos, y recuperar energía (R9) por incineración que no recupera materiales, siendo, por lo tanto, una estrategia de muy baja circularidad.


Retomando la idea inicial, la economía circular es mucho más que reciclaje y debemos dar prioridad a otras estrategias que reducen el consumo de bienes naturales y minimizan la producción de residuos.

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